miércoles, 11 de diciembre de 2013

Hablar de vocación es muy superfluo

La experiencia de un no-futuro-abogado-de vocación



Nunca supe qué era lo que quería ser cuando grande y el sólo hecho de ser un buen alumno en mi etapa escolar me hacía dudar en lo relacionado con qué era lo que realmente me gustaba estudiar cuando estaba en el colegio, ya que en todo me iba bien. Eso me llevó a tomar una mala decisión en mi vida: Dejarme llevar por la opinión de terceros en cuanto a que, sabiendo yo que me inclinaba por lo humanista, debía estudiar una carrera que me llevara a aspirar demasiado debido al prestigio social que esta tiene, a la exigencia que conlleva y que supuestamente es directamente proporcional a la exigencia que me autoimpuse estando en el colegio, y el "todo sacrificio trae su recompensa": Estudio derecho.

Desde el primer día de clase y en el transcurso de todo el primer semestre vivía una tortura constante, por el típico discurso de muchos de mis compañeros, que decían "Derecho es mi pasión, siempre he querido estudiar una carrera que me permita ayudar a los demás, yo sé que esto es para lo que estoy hecho, nací queriendo que llegara este día" y al escucharlos, yo sólo decía "Bueno, yo entré aquí porque me alcanzó el puntaje y porque siempre fui humanista" pero nunca, por temor a mí mismo, les decía que nunca deseé estar en ese lugar. Pero con el paso del tiempo empecé a notar que ese discurso se borraba de la boca de mis compañeros, ya que el supuesto deseo de estudiar derecho no era concordante con su rendimiento, lo que incluso llevó a la renuncia masiva de compañeros tras la primera evaluación oral, la cual fue una masacre. De hecho me quedó grabado el reproche de un profesor, el que un día nos dijo "No necesitan ser superdotados para triunfar en esta carrera, basta con que sean memoriones". Memoriones, cosa de sólo apretarnos el "Play" interno y reproducir todo lo que estudiamos.

Así fue como aprobé todo el primer semestre, siendo menos de diez los compañeros que logramos esta "condecoración", de un total de setenta sólo en mi curso. Considerando además que me refiero a una de las escuelas de derecho más prestigiosas del país, en serio me generaba un poco de orgullo sentir que me sacaba un poco esa mochila, por "no ganármela" en el primer semestre. Pero a veces pensaba "¿Valdrá la pena sacar esta carrera en cinco años y esforzarme por ello, si esto implica perder otras cosas, como la interacción con la familia, los amigos, y en fin, tener una vida?" En la biblioteca uno podía leer mensajes de afligidos que se manifestaban en las mesas de estudio, señalando que "Mientras la vida transcurre, tú estás aquí estudiando derecho", "Tu vida empieza saliendo de estas paredes".

El segundo semestre fue distinto. Consciente de todo lo que ya señalé, intenté conciliar la vida familiar y la amistad con los estudios, que junto con sucesos personales que se alejan de todo esto, hicieron que me centrara en otras cosas, a la par de la Universidad. Así fue como logré nuevamente triunfar con mis ramos, con un resultado mucho mejor que el del semestre anterior. Esto me demostró que nada es imposible y que realmente si uno se plantea grandes desafíos, todo se puede lograr. Todo depende de una buena metodología de estudio y gracias a todo esto, se fueron borrando mis deseos de abortar misión. Si al fin y al cabo siempre pensaba "¿Cómo dejar esta carrera, que si bien me ha hecho sufrir harto, al final de cada semestre me trae muchas alegrías y además, he logrado triunfar?".

Me encuentro actualmente en el cuarto semestre, y ya reprobé dos ramos sólo este segundo año. La verdad es que sí me ha venido la duda de seguir y he escuchado a mis papás conversar sobre las posibilidades académicas que siempre les plantié pero que nunca escucharon, hasta ahora. Sé que no abandonaré estos dos años de muchas experiencias, porque me siento poco valiente para hacerlo. Pero insisto, son dos años que mucha ganancia me han traído, y puede que derecho no sea la carrera que me llene de energía para seguir adelante y vivir de él eternamente, pero lo hecho está hecho y hay cosas que realmente me hacen feliz. Mis nuevos amigos me dan la fuerza que necesito para estar ahí y poder levantarme día a día para asistir a clases y estudiar. Porque quiero ser abogado, ya que la vida me ha traído muchas cosas lindas que me hacen preguntarme "¿Cómo abandonarlo todo?"

Muchas gracias, no se molesten.